Annie, are you ok?
Que Woo se conociera todas las canciones de Michael Jackson desde que escuchara los primeros acordes de la música no era nada raro. Como él había en el mundo millones de personas que también las conocían y él mismo había asumido hacía tiempo que era un consabido fan y lo representaba al 100%. Lo raro, y en eso todos aquellos que le conocían estaban de acuerdo, era que también supiera los pasos de todos sus bailes y los representara como si le fuera la vida en ello cada vez que tenía oportunidad. Porque Woo no era "tan" fan de Michael Jackson y el único que podía bailar como él era el propio Michael Jackson. En otra persona, la mayoría de las veces, cualquier intento de imitación quedaba bastante ridículo.
En Woo, sin embargo, ya fuera por su falta de pudor patológica o por el empeño que ponía en cada paso y con el que amenazaba con descoyuntarse, el baile resultaba incluso interesante. Parecía vivirlo con la intensidad con la que lo hacía todo y ni siquiera la voz de falsete con la que acompañaba sus movimientos parecía empañar la flexibilidad de su cuerpo y esos gestos que él, a su manera, convertía en más que abiertas provocaciones. Parecía pedir a gritos que alguien apagase ese vigor de la juventud que le rezumaba por cada poro de la piel.
--Annie, are you ok? So, Annie are you... Ok, Are you Ok, Annie?
En esa ocasión, la elegida fue Smooth Criminal.
Quien hubiera visto al coreano habría pensado que le faltaba ambientación. No podía simular ser un gánsgter en la cocina común de Kaleidoscope y menos aún cuando en lugar de un sombrero, tenía un plato en la cabeza. Pero Woo estaba tan ensimismado en su baile que esos pequeños detalles no tenían importancia. Un cuchillo de cocina acabó convertido en un palo de billar, un plátano en una pistola, y el joven fue deambulando por toda la estancia revolviéndolo todo y preparándose un desayuno digno de un rey. Gajes del oficio.
Frente a él y acodado en completo silencio en el marco de una puerta a la que acababan de engrasar los goznes, un más que sorprendido Kazuki lo observaba con una ceja en alto, cruzado de brazos e inmóvil, pasando completamente desapercibido no fuera que el coreano estuviera aquejado de una enfermedad contagiosa por contacto. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que le viera allí, pero lo cierto era que al joven le había dado tiempo a preparar un par de sandwiches, alguna que otra salchicha y en el fuego se freían ya tres huevos. El hombre comprendía ahora dónde acababa toda la compra de una semana en cuestión de dos días. A pesar de todo, en sus labios se plasmó el atisbo de una sonrisa...
--So they came into the outway. it was sunday - what a black day...!
...que se esfumó cuando vio que los huevos salían flotando literalmente de la sartén y, de puro milagro, acababan en el plato y no en el suelo. El coreano debía ser tonto a la fuerza porque hasta en eso tenía suerte.
--Mouth to mouth... ¡Kazuki! —Oh; no. Le había visto—: ¿Desde cuándo llevas ahí?
—Hum... El tiempo suficiente para ver tu numerito y para casi sufrir un infarto. Ten más cuidado la próxima vez; no quiero ver la cocina hecha una mierda y lo sabes.
—Oh, vaya, te has levantado gruñón. —El más joven rodeó la isla de la cocina con más de esos pasos de baile, se acercó al hombre y sin ningún tipo de vergüenza (y menos aún, de recato), le dio un beso en los labios. Kazuki, por supuesto, lo alejó de sí como si quemara y miró a su alrededor: por suerte era aún demasiado temprano para que hubiera alguien más merodeando por allí. Pero no estaba de más tener cuidado: las paredes de Kaleidoscope parecían tener oídos.
—¡No hagas eso en...!
—Ya, ya, vale. ¿Quieres desayunar?
—Woo, hablo en serio.
—Y yo, grandullón. ¿No oyes mis tripas? ¡Me muero de hambre!
Se alejó con una sonrisilla, se subió a la isla de un salto y cogió una salchicha con los dedos para darle un mordisco con el que cortó prácticamente la mitad. Kazuki rodó los ojos y negó con la cabeza. Woo no podía actuar sin dar dobles sentidos a todo cuanto hacía.
—No me extraña que tengas— dijo sin demasiado apasionamiento. Se aproximó a la encimera para prepararse un café cargado, como siempre—: Has gastado la mitad de tu reserva de energías en ese bailecito tuyo.
—Del que seguro no has perdido detalle. —Woo le siguió con la mirada y acabó sentándose como un indio sobre la isla. "Baja las piernas de ahí de inmediato". Obedeció—: Ya te estoy viendo pensar "este chaval está fatal pero le perdono porque me pone".
El mayor no dijo nada (aunque la burda imitación de su voz por parte del joven le hizo morderse la lengua); en ocasiones sus silencios podían ser más elocuentes que sus palabras. El coreano bajó de la isla y se apoyó de espaldas a la encimera, al lado del hombre.
—¿Has pasado la noche con la fea?
—No la llames así, Woo.
—Contéstame.
—Sabes que sí.
El mayor dio un sorbo a su café. Woo se terminó la salchicha.
—...La odio.
—También lo sé.
—Pues podrías hacer algo al respecto.
—Seguro que tú tampoco has pasado la noche solo. No tienes nada que reprocharme.
—...Eres un puto pederasta.
—...
El aceite hirviendo sobre los huevos había dejado de borbotear. El queso del sandwich ya estaría frío. De repente, Woo había perdido parte del apetito y a Kazuki ni siquiera le entraba su tan ansiada taza de café matutina. Suspiró.
Cuando habló, el susurro del coreano tuvo el efecto del impacto de un meteorito en el ambiente cargado de la estancia.
—Te echo de menos, grandullón.
Pero Kazuki no respondió y Woo tampoco dio pie a que lo hiciera. Empezó a caminar, se acercó a su ingente desayuno, lo tomó en una mano y salió de la estancia con paso enérgico. A lo lejos, Smooth Criminal volvió a resonar en la quietud del pasillo.