Amigo
Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma pero en Kaleidoscope todavía quedaba ese aire enrarecido que perdura durante los siguientes segundos, después de que la última gota de agua caiga sobre el asfalto. Todos estaban en silencio, escuchando la calma incómoda que provenía desde la habitación de puerta morada. Tarja yacía derrumbada sobre la alfombra, acompañada por un silencioso Jon, que no podía apartar la mirada de la finlandesa. De vez en cuando, pequeños sollozos salían desde sus entrañas y el español, rígido como un palo se preparaba para volver a cunar a su amiga hasta que de nuevo, volviese a amainar la tormenta.
— ¿Quieres que te cuente una historia…?
Durante breves segundos no hubo respuesta, tan solo la respiración entrecortada de la joven. Tal vez esperando una negativa, Jon decidió adelantarse a la respuesta de su amiga y se acercó a ella, para tumbarse frente a frente sobre la alfombra. Ella le miró.
— Hace mucho, mucho tiempo… existió un cuervo que, muy enfermo y desesperado, le dijo a su madre: “Madre, ruega a los dioses por mí y no llores más”. La madre, preocupada, le miró y le dijo: “¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti? ¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?”. No sé si el cuervo murió o no, pero de lo que estoy seguro es que aprendió la lección antes de morir.
— ¿Crees que soy ese cuervo…?
— La moraleja que sigue, dice que si te llenas de enemigos innecesariamente no encontrarás un solo amigo cuando lo necesites.
Las lágrimas que habían dejado de recorrer las mejillas enrojecidas de Tarja minutos atrás comenzaron de nuevo a brotar. Lentamente cerró los ojos y a la vez, asintió continuamente con la cabeza, comprendiendo que tal vez había llegado el momento de confiar en las personas que tenía más cerca en lugar de alejarlas continuamente de su vida.
Jon arqueó las cejas entristecido por la situación que estaba pasando su mejor amiga. — Solo quiero que sepas que podrías contar con todos nosotros si quisieras porque no somos tus enemigos—. Lentamente rodeó con sus brazos el cuerpo encogido de Tarja, quien volvió a dejarse llevar por el llanto. — Yo siempre estaré a tu lado.
— ¿Quieres que te cuente una historia…?
Durante breves segundos no hubo respuesta, tan solo la respiración entrecortada de la joven. Tal vez esperando una negativa, Jon decidió adelantarse a la respuesta de su amiga y se acercó a ella, para tumbarse frente a frente sobre la alfombra. Ella le miró.
— Hace mucho, mucho tiempo… existió un cuervo que, muy enfermo y desesperado, le dijo a su madre: “Madre, ruega a los dioses por mí y no llores más”. La madre, preocupada, le miró y le dijo: “¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti? ¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?”. No sé si el cuervo murió o no, pero de lo que estoy seguro es que aprendió la lección antes de morir.
— ¿Crees que soy ese cuervo…?
— La moraleja que sigue, dice que si te llenas de enemigos innecesariamente no encontrarás un solo amigo cuando lo necesites.
Las lágrimas que habían dejado de recorrer las mejillas enrojecidas de Tarja minutos atrás comenzaron de nuevo a brotar. Lentamente cerró los ojos y a la vez, asintió continuamente con la cabeza, comprendiendo que tal vez había llegado el momento de confiar en las personas que tenía más cerca en lugar de alejarlas continuamente de su vida.
Jon arqueó las cejas entristecido por la situación que estaba pasando su mejor amiga. — Solo quiero que sepas que podrías contar con todos nosotros si quisieras porque no somos tus enemigos—. Lentamente rodeó con sus brazos el cuerpo encogido de Tarja, quien volvió a dejarse llevar por el llanto. — Yo siempre estaré a tu lado.