Cenicero
—¿Cuándo? —La pregunta interrumpió la tranquilidad que reinaba en el porche del lugar. Sentados en las escaleras, sin mirarse, fumaban del mismo cigarro utilizando como cenicero una lata de cerveza vacía—.
Los últimos rayos de sol se discernían tenuemente por los edificios alejados, mientras el cielo se enrojecía, dando la bienvenida al atardecer. Pocos días se podía disfrutar de un momento así y aquel verano resultaba extrañamente tórrido. Mientras Jon disfrutaba con los ojos cerrados de aquellos últimos retazos de luz solar en su rostro, Nathan ocultaba su pálida piel con una gorra negra, cabizbajo.
—A final de mes. —La voz del americano sonaba tenue, mientras sujetaba con los labios aquel cigarro que se antojaba eterno para los dos muchachos.
Jon volvió el rostro hacia su mejor amigo y durante unos segundos se mantuvieron la mirada en un pulso que finalmente ganó el español. La culpa de Nathan ante aquella inquisidora mirada le superó.
—Sabes que eso acabará con ella.
—Lo sé, y por eso me marcho. Necesito espacio…
—No, lo que necesitas es olvidarte de Maha.
—No lo hago por eso… —Un brusco movimiento de Jon contra su gorra le distrajo de su argumentación. La gorra rodó por las escaleras mientras los dos amigos se observaban y la tensión crecía entre ellos. —No vuelvas a mentirme, Nathan. Sabes igual de bien que yo que lo haces por ella.
Con movimiento parsimonioso Nathan se llevó las manos al rostro, frotándose los ojos en un signo claro de cansancio. Aquella discusión había estado latente durante días, desde que decidió de forma unilateral abandonar Kaleidoscope y realizar un periplo europeo para aclarar sus ideas y, egoístamente, dejar a Tarja sin que otra persona sufriera daños colaterales por ello. Cuando apartó las manos de su rostro miró a su amigo, quien con semblante ceñudo no había apartado la hosca mirada de él.
—Es lo mejor que puedo hacer; por mí y por Tarja. Ella… conmigo no va a cambiar porque soy incapaz de darle lo que quiere. No puedo ser responsable de una persona que necesita otro tipo de cuidados, Jon.
—¿Volverás?
—Tal vez.
—¿Tal vez?
—No lo sé. —Suspiró y volvió a agachar la cabeza, esta vez escondiendo el rostro entre sus brazos mientras hundía los dedos entre su cabello. —No lo sé. No sé nada.
Jon se incorporó lentamente, después de haber apagado el cigarro en el cenicero improvisado.
—No sólo dejas a Tarja. ¿Lo sabes, no? Me abandonas a mí. Yo también te necesito, Nathan.
—¿Y quién piensa en mí? —Levantó la cabeza, llevándose las manos al pecho. —Porque yo también tengo necesidades. Necesito tranquilidad, necesito personas que estén más allá de los celos y remordimientos.
—¿Y eso te lo va a dar Maha?
Nathan se incorporó, haciendo que Jon tuviera que levantar la mirada, al estar unos escalones más abajo que su compañero. —Es un bicho raro ¿qué coño te va a aportar esa?
Sin mediar palabra el americano recogió la gorra que Jon le había tirado momentos antes y la colocó de nuevo sobre su frente al mismo tiempo que se encaminaba hacia la puerta de entrada. —Ya lo entenderás, algún día.
Los últimos rayos de sol se discernían tenuemente por los edificios alejados, mientras el cielo se enrojecía, dando la bienvenida al atardecer. Pocos días se podía disfrutar de un momento así y aquel verano resultaba extrañamente tórrido. Mientras Jon disfrutaba con los ojos cerrados de aquellos últimos retazos de luz solar en su rostro, Nathan ocultaba su pálida piel con una gorra negra, cabizbajo.
—A final de mes. —La voz del americano sonaba tenue, mientras sujetaba con los labios aquel cigarro que se antojaba eterno para los dos muchachos.
Jon volvió el rostro hacia su mejor amigo y durante unos segundos se mantuvieron la mirada en un pulso que finalmente ganó el español. La culpa de Nathan ante aquella inquisidora mirada le superó.
—Sabes que eso acabará con ella.
—Lo sé, y por eso me marcho. Necesito espacio…
—No, lo que necesitas es olvidarte de Maha.
—No lo hago por eso… —Un brusco movimiento de Jon contra su gorra le distrajo de su argumentación. La gorra rodó por las escaleras mientras los dos amigos se observaban y la tensión crecía entre ellos. —No vuelvas a mentirme, Nathan. Sabes igual de bien que yo que lo haces por ella.
Con movimiento parsimonioso Nathan se llevó las manos al rostro, frotándose los ojos en un signo claro de cansancio. Aquella discusión había estado latente durante días, desde que decidió de forma unilateral abandonar Kaleidoscope y realizar un periplo europeo para aclarar sus ideas y, egoístamente, dejar a Tarja sin que otra persona sufriera daños colaterales por ello. Cuando apartó las manos de su rostro miró a su amigo, quien con semblante ceñudo no había apartado la hosca mirada de él.
—Es lo mejor que puedo hacer; por mí y por Tarja. Ella… conmigo no va a cambiar porque soy incapaz de darle lo que quiere. No puedo ser responsable de una persona que necesita otro tipo de cuidados, Jon.
—¿Volverás?
—Tal vez.
—¿Tal vez?
—No lo sé. —Suspiró y volvió a agachar la cabeza, esta vez escondiendo el rostro entre sus brazos mientras hundía los dedos entre su cabello. —No lo sé. No sé nada.
Jon se incorporó lentamente, después de haber apagado el cigarro en el cenicero improvisado.
—No sólo dejas a Tarja. ¿Lo sabes, no? Me abandonas a mí. Yo también te necesito, Nathan.
—¿Y quién piensa en mí? —Levantó la cabeza, llevándose las manos al pecho. —Porque yo también tengo necesidades. Necesito tranquilidad, necesito personas que estén más allá de los celos y remordimientos.
—¿Y eso te lo va a dar Maha?
Nathan se incorporó, haciendo que Jon tuviera que levantar la mirada, al estar unos escalones más abajo que su compañero. —Es un bicho raro ¿qué coño te va a aportar esa?
Sin mediar palabra el americano recogió la gorra que Jon le había tirado momentos antes y la colocó de nuevo sobre su frente al mismo tiempo que se encaminaba hacia la puerta de entrada. —Ya lo entenderás, algún día.