Drabble: Silencio
La puerta se abrió con un siseo tenue pero antes de abrir los ojos, ya supo quién era.
Hacía mal tiempo fuera. El otoño había llegado con demasiada inclemencia y el aguanieve no dejaba de caer, día tras día y noche tras noche, volviendo las calles resbaladizas y peligrosas. Hacía días que no podían salir de allí porque el camino se había vuelto traicionero. Había demasiado barro y ni las prendas más gruesas de abrigo les protegían ya de la fina lluvia que les calaba hasta los huesos. Era fin de semana y la calefacción funcionaba a toda máquina; no habían podido apagarla ni un segundo. Ese mes la factura sería un problema.
El viento aullaba con rabia fuera, pero escuchó sus pisadas. Eran blandas, mullidas, como si caminara sobre una alfombra. Iba descalzo. Uno, dos, tres... Ella había contado que para llegar a la cama, sólo necesitaba cuatro pasos.
Le abrió las mantas y no tardó ni dos segundos en tenerlo a su lado. Su piel estaba helada y su pelo mojado pero olía bien. Se estremeció; estaba desnudo. Enredó los dedos entre sus cabellos y notó que se pegaba a ella, buscando su calor corporal.
—Ginis...
Él siseó. No dijo nada pero tampoco hacía falta porque se quedó inmóvil, esperando la respuesta de ella. Él no quería hablar, no quería hacer nada salvo estar allí pero necesitaba su permiso, como siempre. Hellä lo sabía, como también sabía lo que tenía que hacer después y lo hizo.
Cubrió sus cuerpos con el nórdico y le atrajo hacia sí. Él suspiró y pegó su frente a la de ella; su respiración era agitada y tenía los ojos cerrados. Ella enredó aún más sus dedos entre las ondulaciones de él, se acercó y besó con calidez sus párpados hasta que se relajó. Sin palabras, sosegadamente. Dejando pasar el tiempo, en silencio, como siempre.