Violencia consentida
Nota el tacto de su piel como un
escalofrío, pero su mano le aprieta los labios con tanta fuerza que se muerde a
sí misma. Siente sus embestidas hasta lo más profundo de su estómago y sus
jadeos en su oído es lo único que se escucha en el silencio de esa noche
invernal.
De vez en cuando su mirada gélida se cruza con la suya, y en sus pupilas puede leer la violencia que le provoca tener que mirarla y comprobar que es el cuerpo de una niña del que está disfrutando. Pero ni su respiración entrecortada, o sus intentos por deshacerme de su mano le impiden dejarla sin respiración cada vez que se acuesta con él. A veces, llega a pensar que va a perder el conocimiento. Ni siquiera el placer que le produce con cada movimiento le hace olvidarse de la necesidad de aire de sus pulmones. Y a la vez que lo odia, le gusta.
Se detiene, la mira y aparta su mano de su boca. Le duele el pecho al respirar, pero su cerebro vuelve a estar en plenas facultades. No quiere que termine nunca y al mismo tiempo, desearía que no tuviese que seguir en esa cama, con la polla de este tío entre sus piernas. Pero le mira y le arde el pecho; le mira y quiere volver a ahogarse entre sus manos.
— Bésame —. Le dice, en un susurro casi imperceptible. Tiene la garganta tan seca que duele.
La mira como si fuese una extraña, a pesar de ser la tercera vez en una semana que la tiene en su cama por las noches. Sabe que la desea, sabe que la busca con la mirada cuando no está cerca de él, sabe que la odia por dejarle hacer lo que hace con ella…
— Bésame, joder.
Y la besa, atrapa sus labios como si quisiera arrancárselos de cuajo. Su cuerpo se relaja mientras la besa, la muerde con sus dientes y en su mente la desgarra. Y cuando ella toma el control de la situación, le empuja y le hace caer sobre la cama. Ahora es ella quien está al mando.
Otra vez esa mirada fría que se clava en ella como un cuchillo, juzgándola y reprochando estar desnuda sobre su cuerpo. Toda una vida de violencia y este imbécil le paga con la misma moneda.
Alarga las manos y cierra los dedos en torno a su cuello, y le aprieta. Aprieta con todas sus fuerzas, mientras nota como su corazón bombea cada vez más rápido la sangre. Bum bum bum, bum bum bum. Intenta apartarla arañando su espalda, y en sus ojos no sabe si ve clemencia o comprensión. La sangre se acumula en su cabeza, cada vez está más rojo y sus ojos más abiertos. ¿Es así como quiere ser? ¿Es esto en lo que la sociedad le ha convertido? ¿Qué es eso que le está cayendo por las mejillas? ¿Es sangre? Asustada le suelta y se lleva las manos a la cara.
Kazuki la mira mientras se toca el cuello resentido. Ella llora, después de años llora y siente que no puede parar y que de nuevo le falta el aire. Y entonces siente las manos cálidas y amables de Kazuki rodeando su cuerpo mientras la acerca a su pecho.
Bum bum, bum bum…
De vez en cuando su mirada gélida se cruza con la suya, y en sus pupilas puede leer la violencia que le provoca tener que mirarla y comprobar que es el cuerpo de una niña del que está disfrutando. Pero ni su respiración entrecortada, o sus intentos por deshacerme de su mano le impiden dejarla sin respiración cada vez que se acuesta con él. A veces, llega a pensar que va a perder el conocimiento. Ni siquiera el placer que le produce con cada movimiento le hace olvidarse de la necesidad de aire de sus pulmones. Y a la vez que lo odia, le gusta.
Se detiene, la mira y aparta su mano de su boca. Le duele el pecho al respirar, pero su cerebro vuelve a estar en plenas facultades. No quiere que termine nunca y al mismo tiempo, desearía que no tuviese que seguir en esa cama, con la polla de este tío entre sus piernas. Pero le mira y le arde el pecho; le mira y quiere volver a ahogarse entre sus manos.
— Bésame —. Le dice, en un susurro casi imperceptible. Tiene la garganta tan seca que duele.
La mira como si fuese una extraña, a pesar de ser la tercera vez en una semana que la tiene en su cama por las noches. Sabe que la desea, sabe que la busca con la mirada cuando no está cerca de él, sabe que la odia por dejarle hacer lo que hace con ella…
— Bésame, joder.
Y la besa, atrapa sus labios como si quisiera arrancárselos de cuajo. Su cuerpo se relaja mientras la besa, la muerde con sus dientes y en su mente la desgarra. Y cuando ella toma el control de la situación, le empuja y le hace caer sobre la cama. Ahora es ella quien está al mando.
Otra vez esa mirada fría que se clava en ella como un cuchillo, juzgándola y reprochando estar desnuda sobre su cuerpo. Toda una vida de violencia y este imbécil le paga con la misma moneda.
Alarga las manos y cierra los dedos en torno a su cuello, y le aprieta. Aprieta con todas sus fuerzas, mientras nota como su corazón bombea cada vez más rápido la sangre. Bum bum bum, bum bum bum. Intenta apartarla arañando su espalda, y en sus ojos no sabe si ve clemencia o comprensión. La sangre se acumula en su cabeza, cada vez está más rojo y sus ojos más abiertos. ¿Es así como quiere ser? ¿Es esto en lo que la sociedad le ha convertido? ¿Qué es eso que le está cayendo por las mejillas? ¿Es sangre? Asustada le suelta y se lleva las manos a la cara.
Kazuki la mira mientras se toca el cuello resentido. Ella llora, después de años llora y siente que no puede parar y que de nuevo le falta el aire. Y entonces siente las manos cálidas y amables de Kazuki rodeando su cuerpo mientras la acerca a su pecho.
Bum bum, bum bum…